viernes, 24 de junio de 2011

HÉROES

Te levantas por la mañana y piensas en lo que tienes por delante. Pagos a proveedores, vencimientos en el banco, algún que otro problema con el personal, un suministrador que incumple, el requerimiento de Hacienda por no poner una cruz correcta en algún impreso infame, ese permiso administrativo que nunca llega, y que a cada paso es objeto de una nueva exigencia, de un nuevo informe, un nuevo estudio, un nueva obligación; un cliente que se queja de mal servicio, y la acidez en el estómago que no da tregua.

Afrontas el día intentando recordar aquel impulso de ilusión, cuando tuviste la visión de crear algo de acuerdo con tu sensibilidad y con tu forma de ver las cosas. El reto de ser tu propio jefe, la responsabilidad de crear trabajo y riqueza y el incentivo de ganarte una vida digna con tu esfuerzo personal.

En la radio del coche oyes hablar de indignación, de personas que salen a la calle a pedir cosas; no sabes muy bien qué cosas, porque oyes muchas generalidades, “mejora en las condiciones, no más recortes, …” y cosas así. Te solidarizas con una generación cuyo futuro no pinta bien no sólo por la situación actual, sino sobre todo por la desesperanza.

Piensas que los problemas hay que ponerlos en una balanza: medirlos y pesarlos, para después atacarlos. Cueste lo que cueste. Pero da la impresión de que nadie piensa como tú.

Llegas al trabajo donde comienza una carrera de obstáculos contrarreloj para cumplir con todos, y pasas de hablar con un proveedor a hablar con un banco, a revisar un pedido, a confirmar un pago, a intentar captar a aquel cliente que parece ya convencido de que tu producto es bueno, pero que quiere un descuento que haría inviable la operación. Te llega un parte de baja de un empleado que tiene cuarenta de fiebre y tienes tú mismo que salir a hacer el reparto, aprovechando que tenías que ir al banco y a la agencia de aduanas.

En algún momento recuerdas que deberías desayunar algo, ya que un cortado a las 6:45 y otro a las 9:30 no deben ser suficientes para alguien con semejante actividad. Pero recuerdas la puñetera acidez, y se te quitan hasta las ganas.

Llegas a la empresa pasada la 1:00 de la tarde y las siguientes horas se te van del teléfono al almacén, del almacén a una reunión, una visita, vuelta al teléfono.

Finalmente te sientas en el ordenador y conectas la conexión fatídica. Ves el saldo, los cargos, los abonos, y sonríes.

En tu casa, tras la cena, saboreas un vino sentado en la terraza mirando a los astros, pensando que seguramente ellos nos mirarán en nuestra pequeñez, y se reirán de nuestras cuitas.

Pero ese día lo has conseguido. Te has ganado el sueldo. Y el vino. Y ese rato hablando con tu pareja.

Ese día, además de cumplir como a diario, has pagado un mes más la nómina del personal en plazo.

Ese día has sido un héroe.

Un mes más.

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