martes, 28 de junio de 2011

CONCEJALES SIN SUELDO

¿Alguien se ha planteado qué hace un concejal?

Porque yo me planteo muchas veces. Hombre, en principio entiendo que alguien que se presenta a un cargo público de concejal de alguno de los 8116 ayuntamientos de España (un poco demasiados, ¿no?), pues lo hace porque tiene vocación de ayuda a los demás. Porque para mi eso es lo que debería significar “cargo público”. Me presento para trabajar para los demás.

Pero claro, si te fijas en el funcionamiento de un ayuntamiento, además del concejal de, pongamos por ejemplo, Hacienda, hay un tesorero, un interventor, técnicos de intervención, técnicos de recaudación, etc. Alguien podrá decir aquello de que “no, pero en los pequeños no hay tesorero, sino el interventor lo hace todo”, o bien “no, pero en los pequeños pequeños, que son la mayoría, lo que hay es secretario-interventor directamente”. Incluso puede que alguien me diga aquello de “oiga, dirá usted interventor o interventora, tesorero o tesorera, secretario o secretaria … bueno no, secretaria no que suena mal …”. Hay gente pa tó.

Entonces la pregunta que me hago nuevamente es: ¿qué hace el concejal?

“No, es que establece los objetivos políticos”, me podrá responder alguien. Y puede ser cierto, pero en política los objetivos políticos se convierten en números, y se meten en un listadito, más o menos grande, llamado presupuesto. Y hasta donde yo conozco, ningún concejal hace los presupuestos. Los hacen los técnicos. Como por otra parte es lógico. Son los que saben, los que están preparados para ello.

Por tanto vemos que los concejales de Hacienda no hacen los presupuestos, sino que establecen los objetivos políticos, ni tampoco hacen trabajo técnico alguno, sino que lo hacen los técnicos y las técnicas, que para eso están.

Por tanto, y por enésima vez, ¿qué hace un concejal?

¿Tal vez aguantarle el coñazo a un vecino que se queja de que a su vez su vecino puso una tubería sobre su terreno sin permiso, para luego pasarle el trabajo al técnico competente?

¿Tal vez montar reuniones entre funcionarios para justificar sus 50.000 euros de sueldo?

¿Tal vez andar de allá para acá, hablando por teléfono de eso que llaman “asuntos políticos”?

¿Por qué si realmente no hace nada concreto cobra un sueldo, y luego cuando va a pleno, cobra por la asistencia al pleno también?

Y en cualquier caso, ¿para qué necesita un concejal un asesor? Si realmente no hace trabajo material alguno y además a esos técnicos en su servicio... Observo que ahora se ha puesto de moda quitar asesores, y los nuevos alcaldes de la crisis compiten a ver quien echa a más a la calle pero, ¿hasta ahora, qué han hecho esos asesores y esos concejales?

Yo propongo: concejales sin sueldo. Fíjense lo que nos ahorramos.

En dinero:

8116 ayuntamientos por una media baja, pongamos 5 concejales con un sueldo medio bajo, digamos 30.000 euros, más la seguridad social, que es el 37,5% sobre el sueldo, … total 1.673.925.000 euros, es decir, 278 mil millones de pesetas de ahorro.

Vale, eso sólo los concejales. Pongamos que hay medio asesor de media por concejal, y que cobra un 30% menos que el concejal. Serían otros 585.873.750,00 euros más. Total ahorro: 2.259.798.750,00 euros.

En excelencia:

Pero eso no es nada. El verdadero valor añadido de esta norma sería que habremos quitado a aquellos que no tienen realmente vocación pública, sino que quieren hacer de lo público algo privado. Es decir, una forma de vida con el dinero de todos. Se irían ellos solitos.

Por tanto se abriría el camino a la actuación desinteresada de un montón de gente que tiene su trabajo, que se podría presentar para aportar su capacidad, y que seguramente tendrían capacidad, porque de otro modo no podrían permitirse quitarle un par de horas al día a su trabajo para dedicarlas día a ser concejal, que es lo que, realmente, precisa tal tarea.

En competitividad y efectividad:

Y además conseguimos algo más: dar a los funcionarios el protagonismo que realmente tienen, porque son ellos los que hacen el trabajo SIEMPRE, liberándolos para que se organicen entre ellos, que seguramente lo harían bastante mejor de lo que nos imaginamos.

En normalización de la vida pública:

La gente, los que pagamos los impuestos, pasaríamos a respetar de un modo notable a esos concejales, porque ahora sí, estarían trabajando desinteresadamente para el pueblo, y seguramente seríamos bastante más comprensivos con sus errores y sus limitaciones.

Y fíjense qué fácil. Sólo habría que quitar los sueldos a los concejales, dejando que cobren por asistencias a plenos y nada más.

viernes, 24 de junio de 2011

HÉROES

Te levantas por la mañana y piensas en lo que tienes por delante. Pagos a proveedores, vencimientos en el banco, algún que otro problema con el personal, un suministrador que incumple, el requerimiento de Hacienda por no poner una cruz correcta en algún impreso infame, ese permiso administrativo que nunca llega, y que a cada paso es objeto de una nueva exigencia, de un nuevo informe, un nuevo estudio, un nueva obligación; un cliente que se queja de mal servicio, y la acidez en el estómago que no da tregua.

Afrontas el día intentando recordar aquel impulso de ilusión, cuando tuviste la visión de crear algo de acuerdo con tu sensibilidad y con tu forma de ver las cosas. El reto de ser tu propio jefe, la responsabilidad de crear trabajo y riqueza y el incentivo de ganarte una vida digna con tu esfuerzo personal.

En la radio del coche oyes hablar de indignación, de personas que salen a la calle a pedir cosas; no sabes muy bien qué cosas, porque oyes muchas generalidades, “mejora en las condiciones, no más recortes, …” y cosas así. Te solidarizas con una generación cuyo futuro no pinta bien no sólo por la situación actual, sino sobre todo por la desesperanza.

Piensas que los problemas hay que ponerlos en una balanza: medirlos y pesarlos, para después atacarlos. Cueste lo que cueste. Pero da la impresión de que nadie piensa como tú.

Llegas al trabajo donde comienza una carrera de obstáculos contrarreloj para cumplir con todos, y pasas de hablar con un proveedor a hablar con un banco, a revisar un pedido, a confirmar un pago, a intentar captar a aquel cliente que parece ya convencido de que tu producto es bueno, pero que quiere un descuento que haría inviable la operación. Te llega un parte de baja de un empleado que tiene cuarenta de fiebre y tienes tú mismo que salir a hacer el reparto, aprovechando que tenías que ir al banco y a la agencia de aduanas.

En algún momento recuerdas que deberías desayunar algo, ya que un cortado a las 6:45 y otro a las 9:30 no deben ser suficientes para alguien con semejante actividad. Pero recuerdas la puñetera acidez, y se te quitan hasta las ganas.

Llegas a la empresa pasada la 1:00 de la tarde y las siguientes horas se te van del teléfono al almacén, del almacén a una reunión, una visita, vuelta al teléfono.

Finalmente te sientas en el ordenador y conectas la conexión fatídica. Ves el saldo, los cargos, los abonos, y sonríes.

En tu casa, tras la cena, saboreas un vino sentado en la terraza mirando a los astros, pensando que seguramente ellos nos mirarán en nuestra pequeñez, y se reirán de nuestras cuitas.

Pero ese día lo has conseguido. Te has ganado el sueldo. Y el vino. Y ese rato hablando con tu pareja.

Ese día, además de cumplir como a diario, has pagado un mes más la nómina del personal en plazo.

Ese día has sido un héroe.

Un mes más.

miércoles, 15 de junio de 2011

ANTISISTEMA


Hay una película que se llama “La Tapadera”, adaptación de una novela de John Grisham, el escritor que tan famoso se ha hecho por sus novelas sobre abogados. En ella actúan Tom Cruise y Jeanne Tripplehorn (me encanta esa tía), y la trama forma un caos impresionante, donde Tom Cruise se mete en un lío considerable, ya que el despacho donde trabaja son abogados de la mafia. El hombre está atrapado en la trama, ya que no puede hablar so pena de perder su licencia de abogado, por violar el secreto profesional, pero por otra parte quiere zafarse de su despacho y no puede.

Al final opta por denunciar a su propio despacho por una nimiedad: facturar horas de más a sus clientes. Descubre casualmente que una factura falsa, enviada en un sobre con un franqueo oficial es delito federal. Al denunciar a sus compañeros consigue un doble propósito: salir indemne de su despacho y no enfadar a la mafia, que por otra parte son beneficiados del descubrimiento, al ser también víctimas de una facturación irregular.

En una conversación con la policía, al final de la película, Cruise le dice al policía con el que habla que si quieren acabar con la mafia, tienen que acabar con sus abogados, que son los que les montan las tramas para poder operar impunemente.

El policía le contesta:

- - - ¿Y cómo pretende usted que detengamos a todos los abogados?

Tom Cruise contesta:

- - Uno a uno.

A mí particularmente me impresionó esa escena, y sobre todo ese razonamiento, que personalmente pienso que tiene un gran significado.

Desde mi punto de vista, lo que viene a decir es que no hay atajos. Ni en ese caso ni, en general, en la vida. Hay que hacer lo que hay que hacer. Cueste lo que cueste.

Esto me devuelve a la realidad actual, donde hay un montón de gente en las calles pidiendo que las cosas cambien, porque no están conformes con la manera en que están estructuradas hoy en día. Y pienso que tienen razón.

Pienso que no podemos seguir votando a una lista de personas anónimas para que languidezcan en las Administraciones Públicas durante cuatro años sin saber siquiera a quién hemos votado, y por tanto deberíamos poder votar a quienes queramos realmente.

Pienso que, si somos demócratas, tiene que gobernar la lista más votada, y no el resultado de los pactos que no siempre obedecen a la voluntad del pueblo democráticamente manifestada.

Pienso que los sindicatos tienen que vivir de sus ingresos por aportaciones de afiliados y de particulares en general, y no de subvenciones, y lo mismo pienso de los partidos políticos.

Pienso que los empresarios tienen que tener conciencia social, y deben actuar pensando en sus clientes, sus empleados, el Estado y la sociedad en la que están insertos, como un pilar fundamental de ésta.

Pienso que el Estado debe facilitar la labor de esos empresarios, y de esos sindicatos, y de esos trabajadores, pero facilitar no es lo mismo que subvencionar. Facilitar es facilitar: simplificar obligaciones, dar asistencia técnica, apoyar con medias tendentes a que los emprendedores pierdan el miedo.

Y pienso que, sobre todo, debemos darnos a nosotros mismos una dosis de respeto de la que actualmente carecemos, respeto que se tornará en confianza, confianza que se convertirá en acciones concretas, acciones que se transformarán en riqueza. Riqueza que tendrá que ser administrada con criterios sociales y medioambientales.

Por tanto no estoy de acuerdo con los que quieren cargarse el sistema sin más. No porque tenga miedo de cambiar el sistema. Como empresario estoy acostumbrado a los cambios, y me he tenido que reinventar varias veces a lo largo de mi vida, y lo he hecho sin avales, sin padrinos, sin ayuda de nadie, y he visto el abismo – y lo sigo viendo – muy de cerca, todos los días. Y sólo Dios sabe lo que me cuesta mantener los puestos de trabajo en mi empresa.

No. No creo en el concepto antisistema, porque lo que me proponen es destruir el sistema … y nada más.

Y yo no creo en los atajos.

No hay varitas mágicas. Hay múltiples problemas, y por tanto no hay una solución. Hay múltiples soluciones, y nos las tenemos que dar a nosotros mismos con tesón, talento, trabajo, fe y, sobre todo, respeto.

¿Se acuerdan?: "La noche es más oscura justo antes del amanecer".